Sobre Nosotros
Salalma es un espacio dedicado a acompañar y fomentar la salud desde distintos enfoques, integrando diversas disciplinas y profesionales que la complementan y enriquecen.
La salud va más allá de lo físico: implica conocer nuestro cuerpo, aprender a cuidarlo y a utilizarlo; reconocer nuestros límites, pero también nuestras fortalezas y capacidades para convertirnos en nuestra mejor versión. Es identificar nuestros sueños, darles valor y desarrollarlos; cultivar la curiosidad, el juego y, sobre todo, celebrar la vida.
Salalma es un espacio de salud y transformación liderado por Mari Cruz Eguizábal, terapeuta ocupacional, masajista y guía en procesos de crecimiento personal. Su mirada integradora, basada en el respeto profundo al cuerpo y a los ritmos de cada persona, da vida a este lugar que acoge también a otras profesionales comprometidas con la salud física, emocional y relacional.
El equipo lo completan Raquel Martín, psicóloga sanitaria, neuropsicóloga y logopeda con una sólida trayectoria en atención a personas de todas las edades, y Verónica Delgado.
Juntas, crean un entorno de acompañamiento cercano, profesional y humano donde cada persona puede reencontrarse consigo misma, explorar nuevas formas de bienestar y vivir experiencias que nutren el alma.

Fieles a nuestro espíritu de compartir y crear redes, queremos que este sea un lugar donde las personas puedan ofrecer y transmitir lo que saben hacer para el beneficio de otros. Ya sea a través de la artesanía, los oficios tradicionales, recetas o cualquier habilidad que te haga vibrar, aquí encontrarás un espacio para poner en valor tus capacidades.

«Empecé mi vida de estudiante en la Escuela de Arte Dramático, pero el mundo de la farándula no me gustaba. Tenía 20 años cuando salí de la escuela y quería cambiar el mundo, pero el futuro laboral más accesible eran las BBC: bodas, bautizos y comuniones. Así que seguí estudiando. Interesada en el cuerpo, opté por quiromasaje y reflexología podal. Este campo me convenció mucho más que el anterior, pero seguía sintiendo curiosidad y ganas de aprender, así que ingresé en la universidad para estudiar Terapia Ocupacional, mientras continuaba profundizando en distintas técnicas de masaje.
Al terminar la carrera, comencé a trabajar en un centro de daño cerebral, compaginándolo con mi labor como masajista. En un intento por unificar mis pasiones, cursé un máster en Arteterapia. La Arteterapia y el proceso de aprendizaje tras sufrir un daño cerebral me llevaron a la educación creadora, que me abrió un mundo de respeto y comprensión sobre cómo cada persona crea su propio camino y cómo generar las condiciones para que esto suceda. Quería aplicar este respeto a todos los ámbitos y, en esa búsqueda, encontré la Terapia Craneosacral Biodinámica, que me permitió integrar estos principios a través de técnicas respetuosas con el cuerpo.
Mi trabajo como coordinadora me llenó de preguntas acerca de la gestión de conflictos que surgen en los grupos humanos. Podría decir que sigo en construcción; supongo que, hasta el día en que muera, continuaré investigando sobre la salud y el ser humano, desde una visión que enlaza aspectos físicos, emocionales, mentales, relacionales y ocupacionales, en un intento por comprender esto que es vivir.»